Cuando yo era pequeña pensaba que no me gustaban las espinacas, cada vez que las veía en la mesa era un suplicio. Por eso, cuando las probé en casa de mi Santo (ya estudiando la carrera), descubrí con grato asombro que las espinacas están buenísimas (salvo en la receta que se cocinaba en mi casa, es raro pero a veces pasa).
Desde entonces siempre las pido cuando las veo en los bares ya que es una tapa bastante habitual por aquí (las preparo poco porque mi afición por las espinacas no es compartida por el resto de la familia).
Siempre tengo un paquete de espinacas congeladas por si me da un antojo, pero hace unos días se me ocurrió comprarlas frescas en el mercado. Nunca las había comprado frescas y tengo que decir que están todavía más buenas, así que me saltaré otra vez la costumbre de recetas dulces y hoy os propongo unas espinacas con garbanzos.
Hace ya muchos años que las hago, he ido adaptando a mi gusto una receta de la genial Cocina de Auro, uno de los primeros blogs que conocí de recetas y que está lleno todo tipo de platos.
Esta vez no es como las recetas de repostería y las cantidades de los ingredientes son orientativos, ya que se pueden adaptar al gusto de cada uno. En algunos sitios sirven las espinacas muy caldosas, en otros mucho más secas (así es cómo me gustan a mi), hay quien le pone garbanzos y hay quien no le pone nada. En cualquier caso, no hay más que ir probando y cambiando un poco las proporciones.